Batallitas, relatos o reflexiones

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Coño Fernando … me has sorprendido … me ha gustado este “corto” … :stuck_out_tongue_winking_eye:

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Lo único que me consuela, es que al llegar,
podré dormir entre
tus brazos, tus senos, tus piernas.
Abrazado a ti como un niño indefenso, hasta que decidas cabalgar por la llanura infinita, galopando como un potro bravío abriendo las alas buscando la libertad.

Se lo he mandado a la parienta y no se ha sorprendido mucho.

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:joy::joy::joy::joy::joy:
Está acostumbrada a cosas peores :joy::clap::clap::clap:

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El post anterior es peor,
O mejor

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AYER ENTERRAMOS A LA SEÑORA SOCORRO

Siempre pensé que esta mujer sería eterna, había vivido una guerra, tuvo 9 hijos y enterró a dos de ellos, 11 nietos y 7 bisnietos; sus hijos le llamaban ““Vieja””, yo le llamaba Soco.

Para mí era una INSTITUCIÓN, todo el mundo la conocía, la quería y respetaba, ir de mi casa a la suya era una odisea, es cierto que andaba mal, siempre tuvo una pierna mala y se ayudaba con una muleta o un bastón, en un trayecto de 5 o 6 minutos tardamos tres cuartos de hora, todo el mundo se paraba a saludarle
-Como está señora Socorro?
-Tirandillo. Decía

El primer recuerdo que tengo suyo es de ir con ella al ayuntamiento, debía tener yo 6 o 7 años, y me dijo:
“Sube y di que está aquí la Señora Socorro que yo no puedo subir”"
Era una matriarca, todo lo controlaba.

También recuerdo otro día que había un pavo en el patio de su casa, me pareció raro que no le diera ni agua, al llegar la tarde cogió al pavo, lo metió en la pila y le acercó un cuchillo al cuello y ya no se más, salí corriendo.

Tuvo una gata, un perro, Canito, patos, ocas, palomas, conejos, canarios, gallinas, seguro que se me olvida algún bicho.
Un día se subió a una silla de plástico, la silla no aguantó el peso, la mujer cayó al suelo y se rompió un brazo, yo bajaba todos los días a ayudarle
““vamos a preparar la comida de mañana, saca el pollo de la nevera””
Me hizo cortarle el cuello, las patas, sacarle la molleja, las tripas…
Joder Soco, no podíamos ver la telenovela y no hacer una disección?

Lo peor fue cuando metí el petardo el la taza del Water, sonó en toda la casa, al principio yo no quería salir del baño, a los cinco minutos mi hermana empezó a decir:

  • Mira sale agua, la taza está rota!!!
  • Yo no he sido, no he hecho nada
    Hasta que llegó mi abuelo, me planto un bofetón y confesé.

El otro día, la Señora Socorro con 96 años a sus espaldas se rompió el fémur, tuvimos que operarla, pensamos que saldría adelante, ya se había roto la cadera diez años antes, pero está vez el tiempo ha vencido a la poderosa naturaleza de esta mujer que estuvo dando guerra hasta el último momento.

Con este cariñoso relato quiero rendir homenaje a mí abuela Soco y agradecer todo lo que ha hecho por mí, como ella decía:
““De bien nacido es ser agradecido””

Gracias Soco

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Levantóse D. Blas de Lezo y Olavarrieta de su catre en su cámara en el Castillo de San Felipe, en pleno sitio de Cartagena de Indias, como solía, antes del amanecer.

Requirió al repostero de guardia agua tibia para proceder a sus abluciones diarias. Tras lavarse concienzudamente, con las dificultades que su brazo inútil suponían, procedió al afeitado. “Un Almirante español no puede ir a la batalla de cualquier manera”, le comentó al chaval que le asistía. Un buen jabón, una buena brocha, ambos de sendos artesanos de su ahora lejana patria. “¿Qué cuchilla le pongo, D. Blas?” “Hoy es día de honrar a España, ponme una que haya sido forjada en mi tierra”.

Una Beter Celeste cargó en la maquinilla el mozo, y D. Blas procedió a comenzar su afeitado, tras haber cubierto de jabón su faz. Torció el gesto, cosa que el repostero captó al viaje, no es cuestión baladí servir a quien ya era considerado un héroe además del mejor marino que hasta entonces había dado España. “¿Algún problema, señor?” D. Blas no respondió, y continuó la pasada a favor del pelo, con la que tenía por costumbre comenzar su afeitado diario.

Cuando terminó y tras humedecerse la cara para dar la segunda jabonada, le pasó la maquinilla al chico, y le encargó con voz severa:

“Haz el favor de guardar esta cuchilla azul donde no la vuelva a ver mi ojo sano y deshazte del resto de la caja. Ahora, ve raudo y antes de que se me seque la espuma en la cara, ten la bondad de traerme una cuchilla del alijo que confiscamos a aquél bergantín del viejo Vernon, que no he de despreciar un buen acero inglés cuando el que acabo de usar me ha dejado la cara como si me hubiese afeitado con un percebe seco de los que crecen en el casco de mis navíos.”

Dicho y hecho, al repostero le faltaron piernas para cumplir la orden de su admirado superior, quien, con tan sólo 6 navíos de línea hizo frente y venció al almirante Vernon, cuyas fuerzas contaban con 29 navíos de línea, 22 fragatas y 135 barcos menores.

Dedicado a un buen amigo, @super8 , quien tuvo la amabilidad de regalarme varias cuchillas, entre las que se hayan las protagonistas de esta historieta.

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Un pequeño texto de juventud (se nota por el derroche hormonal) en parte autobiográfico y fanfarrón. Tenía la intención de ser una novela como vehículo de un despecho pero quedó en nada.

IN PECTORE

Siempre estamos insatisfechos. Toda la vida muriéndonos por encontrar algo que no existe: EL AMOR. El amor con mayúsculas, el arquetipo que todos tenemos del amor, desengañémonos, es una utopía. Solo y únicamente lograremos disfrutar, de cuando en cuando, de unos muslos de terciopelo, un mástil al que asirse en la tempestad, flotadores mullidos que nos salven el alma…, sexo puro y duro, aséptico, enfermizo, epidémico, esquizofrénico, sado, maso, engañado, embaucador, seductor, prostituido, alienado…, pero sexo, y casi siempre disfrazado de amor.

Ella no era una ella cualquiera. Tenia el sexo como labios, suave, anhelante, provocador, palpitante…, solo le faltaba hablar. Cuando besaba con esos labios, los que no dan conferencias, él veía entre pestañas, y cuando la besaba cerraba los ojos para no ver tanto espanto detrás de sus labios. Cerré los ojos, bese su boca y no vi el espanto detrás de sus labios. Sentí como buscaba desesperadamente con su lengua. Escrutaba cada milímetro de mi boca a una velocidad vertiginosa, no me dejaba respirar, asfixiaba. ¿Que le intrigaba tanto? No entendía tanta pasión por una simple boca, quizás sucia y maloliente, y menos con aquel faro de arrecife entre las piernas. La luz del faro giraba y giraba e iluminaba su verdadero ser. A golpe de faro fui quitándole todas las mascaras: el antifaz de intelectual, los ademanes de exquisita, su ingenua autosuficiencia…, y surgían palabras, balbuceos como: Te necesito. Uffff…Te quiero. Ahhh…No te pares. Cariño. Amor mío. No me dejes. ¡Que polvazo…!. Los ojos vueltos, la cara desencajada, la boca babeante y ansiosa, el cuerpo de ola, las manos como garras, real y etérea.

Ella pensaba que él era uno cualquiera. No necesitaba un hombre para nada, excepto para follar. Podía vivir sola, comer en soledad, dormir en una cama enorme, pasar los domingos leyendo en un silencio sepulcral, prescindir de todos y de todo…pero de vez en cuando necesitaba un buen faro entre las piernas. Un faro con mucha luz, que la iluminase durante otra semana o, si era suficientemente fuerte (en realidad débil), un mes.

Tiene un miembro fantástico, en su justo termino medio, que es donde esta la virtud. Es un virtuoso del sexo. Qué lastima que solo sirva para esto. En realidad a mi que me importa, mientras que me folle bien follada, que haga de su vida lo que quiera. Es un cabrón…¡Que barbaridad! Sin decirme una palabra me hace perder el control. Pierdo la noción de la realidad: ¡Uff…!. Dios mío que esto no se acabe nunca. ¿Pero qué estoy diciendo? Yo no creo en Dios…No puede darse cuenta de que tiene tanto poder sobre mí. No puede ser, soy una perra salida, seguro que lo sabe, seguro que cree que me tiene en sus manos, que puede hacer conmigo lo que quiera, que no puedo prescindir de su falo. Sí, lo sabe, pero no importa, también debe saber que su falo sin mí no es mas que un moco de pavo. Cómo se mueve, qué rápido, qué fuerte: Ahhhh…haz conmigo lo que quieras… No puedo perderlo por nada del mundo: Cariño, te quiero, no me dejes nunca, te necesito.

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La venganza se consumó con esta letrilla:

Al final de los siglos solo quedarán
tus pelos y pellejos
cubiertos de gusanos y otros animalejos
para dar testimonio
de que eres el mismísimo demonio.

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:clap:t2::clap:t2::clap:t2::clap:t2::clap:t2::clap:t2:

Muy bueno :ok_hand:t2:

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Muy bien escrito

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No conocía este hilo. Os dejo tres chorraditas unidas por una frase, con cuya escritura maté el aburrimiento hace un tiempo.

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Tras doce días avanzando sin rumbo por las heladas llanuras de Alaska, derrotado por el frío, por el sol, por el cansancio y por la desesperanza, dejó doblar por fin sus ya frágiles rodillas y se dispuso a cerrar los ojos para nunca volver a abrirlos. Su compañero, al verle, sobreponiéndose a un horrible y negro escalofrío de terror, le conminó a levantarse y trató de infundirle un ánimo del que él mismo carecía. Boca arriba, sin mirarle, con la vista fija en el blanco cegador del sol y con una extraña expresión de paz en su rostro, Ross replicó:

  • Nansen, todos estamos enfermos.

-————————

Se levantó, como cada mañana, temprano. La luz del día se colaba ya entre las rendijas de la persiana. Mirando a través de ellas, contempló el ajetreo de la ciudad que ya despertaba bajo el gris blanquecino del amanecer. Se detuvo unos minutos observando la interminable aglomeración de azoteas que se divisaba desde su apartamento, ubicado en una duodécima planta, sorprendiéndose una vez más a sí misma entre divertida y melancólica al reparar en lo absurdo de esa vista que tanto le subyugaba. Pensó, de nuevo, que todos los arquitectos se olvidan siempre de las azoteas y dejan desnuda la parte más íntima de los edificios. Paseó la vista por las chimeneas encaladas y ya renegridas, por los tendederos que exponían, impúdicos, sábanas y prendas de ropa interior, por las puertas negras de metal que daban acceso a las cajas de los ascensores, por las antenas de televisión, tan parecidas a raspas de pescado. Todas juntas, las azoteas conformaban un cuadro que, como una obra de arte moderno, convertía la fealdad en algo raramente hermoso.

Volvió nuevamente la vista abajo, hacia los anónimos seres humanos que se lanzaban a la calle enfrentándose al frío y al sueño, recién expulsados del calor del lecho, vistiendo las mismas ridículas prendas interiores que se veían obscenamente colgadas desde su ventana, luchando cada día para poder pagar la letra que les seguiría permitiendo disfrutar de un trocito de techo bajo una de esas azoteas, agobiados por sus problemas e inconscientes de lo diminuto de su existencia.

Dirigiéndose al baño, miró de soslayo a su compañero que, como de costumbre, trataba de ganarle al día unos minutos bajo las sábanas, y sin dejar de caminar, le dijo:

  • Nansen, todos estamos enfermos.

-—————————-

Un propio. Eso es lo que me mandaron, un propio. Ni siquiera tuvieron la decencia de decírmelo a la cara. Tuvieron que utilizar a un mensajero, un update del famoso motorista que, cuando Franco, visitaba a los cesantes en una suerte de remedo burocrático de la parca para anunciarles su muerte política, porque ni la muerte escapa del afán burócrata de nuestro pueblo.

Me quedé de piedra, no me importa confesarlo. Después de tantos años y de tantos desvelos, de tantos impresos sellados y de tantos ciudadanos atendidos con displicente cortesía, había llegado el final. De forma tan imprevista e inopinada como incontestable. La carta que me entregó el mandado no dejaba lugar a la interpretación en su redacción fría, aséptica e impersonal propia de todo escrito administrativo. Incluso de éste que tan de cerca afectaba a una persona. A mi persona. “Lo que ponemos en su conocimiento a los efectos oportunos”. Esas eran las últimas palabras, las palabras con que me despachaban tras tantos años. Esa fórmula hueca encerraba todo el afecto y el cariño del que me juzgaban merecedor después de todo ese tiempo. “A los efectos oportunos”. Qué cruel sarcasmo, como si los efectos pudieran ser algo excepto inoportunos.

Tras la sorpresa inicial, me invadió una profunda tristeza. No por el cese, o al menos no sólo por él, sino porque la forma en que me lo comunicaron ponía de manifiesto la inmensa necedad de mi proceder pasado. Había sido un estúpido creyendo en lo que hacía o, más exactamente, creyendo que lo que hacía me garantizaba un futuro. Convenciéndome a mí mismo de que el lento ascender por los oscuros escalones del universo burocrático tendría algún día su recompensa en forma de una jefatura de negociado o al menos de un nombramiento como responsable de unidad. Y ahora, cuando menos lo esperaba, me devolvían a mi antiguo puesto, me decían sin decirlo e invocando una imprecisa reestructuración de los servicios –de nuevo el formulismo burocrático a que tan acostumbrado estaba y que, de repente, me resultaba tan irritante- que no querían saber nada más de mí. Y ni siquiera me lo decían a la cara. Me mandaban un propio.

Fijé la vista en el joven con uniforme de bedel que permanecía frente a mí y que me observaba con una extraña mirada, entre intrigada y divertida, como si mi tribulación le resultase placentera. Sobre el bolsillo de su chaqueta portaba una pequeña placa con su apellido. Su insolencia no despertó en mí ningún sentimiento de ira, tan sólo me dejó indiferente. Tal vez lo imaginé en unos veinte o veinticinco años viviendo mi misma situación.

Doblé cuidadosamente la carta, la introduje sin prisa en el sobre y, antes de dar la espalda a mi indeseado acompañante, le dije con voz neutra:

  • Nansen, todos estamos enfermos.
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Muy bueno

Muy original forma de hilar los tres escritos, y muy buenos. Me han gustado.

Gracias, me ha traido el recuerdo de algunos poemas de Leopoldo Panero, por ejemplo este.

No es tu sexo lo que en tu sexo busco
sino ensuciar tu alma:
desflorar con todo el barro de la vida
lo que aún no ha vivido.

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y Nansen que opina?, ja,ja,ja. Gracias por el texto, el caballero @Amalric creo se alegrara también de leerlo.

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Gracias Pedro por traer la figura de Blas de Lezo. Posteriormente el compañero @LillasPastia nos ha traido en uno de los apartados de su relato la historia de un cese, que bien casaría en la vida del Almirante, tema muy bien traido.

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Por supuesto, Caballero Don Francesco de Fritz-Carraldo. Pero el Caballero Don Edoardo de Pasta Lila, al que por fin hemos sacado entre todos de su marasmo, siempre ha sido un artista de la palabra (y de la música, y del afeitado, y de …). No se pierda usted ninguno de sus “coñacitos musicales” … Los encontrará con el buscador.

Me alegro mucho de descubrir este hilo. Verba volant, scripta manent. Y todavía más de comprobar el homenaje al Almirante D. Blas de Lezo que le dedicó el Caballero Don Pietro Cappello da Pippa, otro artista de la palabra (y de los sombreros, y de las pipas, y del afeitado, y de …)

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