Noche del viernes. Mejor dicho, madrugada del sábado. Vuelta a casa tras una cena que se alargó. Típico…
Mi chica sugiere que la acompañe a visitar a Morfeo, pero, conocedora de mis “particularidades”, desiste al poco, y se retira a sus aposentos.
Me encierro en la cocina. Preparo un café cargado mientras Patricia Barber comienza a susurrarme al oído.
Despejo la mesa, organizo las (básicas) herramientas, y saludo a la robusta araña que vive en el bonsai, que a estas horas está haciendo guardia. Podemos comenzar…
… Y comenzamos. El silencio manda y no permite ruidosas máquinas. Volvemos a los orígenes. Sierra de arco, una cuña de madera y lija pegada al cristal para los biseles, cianoacrilato, unas pequeñas mordazas de mesa y varios taquitos de lija de diferente grano. La música, paulatinamente, va subiendo en volumen e intensidad. Es necesario. Y funciona…
Los retoques con pulidora y martillazos en los remaches tendrán que esperar a la mañana siguiente…
Y tras ello, les presento a “la criatura”.
Es un material hipnótico. Aprovecha la más mínima luminosidad para brillar, casi con luz propia.
Abrazo y buen día a todos!!